Joan Miró

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Claves de su obra

 Joan Miró desarrolló una de las más sobresalientes y personales trayectorias en el arte del siglo XX, dejando una huella perdurable en la historia del arte.

 Es muy difícil establecer las fuentes de inspiración de la obra de Miró: el cielo, junto al sol, la luna y las estrellas conforman un espectáculo que le impresiona profundamente. Los espacios vacíos, los horizontes, se transforman en sus cuadros en pequeñas formas dispuestas en grandes espacios. El paisaje de Montroig ejerce un papel fundamental en la obra de este artista, siendo su lugar de unión con la naturaleza. También el arte supone una importantísima influencia para Miró, el dadaísmo, surrealismo, el expresionismo abstracto americano, el informalismo europeo… Asimismo la caligrafía y la pintura oriental le proveen de ejes culturales con los que ir construyendo su vocabulario. La obra de Miró es consecuencia de una interesante amalgama de influencias.

 Sus modos de expresión abarcan un amplio abanico de prácticas artísticas, con una curiosidad singular por todo tipo de soportes y técnicas: pintura, escultura, dibujo, cerámica, tapices, collages, ilustración de libros, grabado, diseño de decorados, vestuarios, en una muestra extraordinaria de pasión por la materia.

 Este artista convierte cualquier elemento en materia creativa. Es característica en su obra la incorporación de materiales ajenos a las artes plásticas (clavos, ramas, cerillas…). Esto parece, como apunta Guillermo Fernández, “una influencia de los cubistas… La finalidad perseguida (y conseguida) es doble: por un lado, significaban un reto al concepto burgués del arte, visto como algo exquisito, valorable… por otro, estos experimentos constituían la exigencia de una nueva libertad para el artista.”

 El método pictórico de Miró consistía en la búsqueda de un estado de ánimo, sentándose ante la obra hasta llegar a desarrollar la idea. Trabajaba de manera metódica, concentrada y meticulosa. No sentía la necesidad de finalizar una obra antes de comenzar la siguiente, sino que era capaz de trabajar en multitud de ellas a la vez (de hecho, cuando tuvo el espacio suficiente podía tener en curso más de cien obras). Una vez lograda la forma de la obra, el resto era sencillo para Miró, los colores llegaban instintivamente.

 Su obra contiene un vocabulario de signos visuales y poéticos vigoroso y expresivo. Crea un lenguaje pictórico innovador, liberando el arte de limitaciones anteriores. Dentro de este lenguaje algunos elementos son recurrentes. La iconografía cósmica y la relación entre los personajes y los astros es una constante en su trabajo: la tierra, el cielo, la mujer, los pájaros, los personajes, las estrellas, la escalera, los animales, etc. Estos elementos muchas veces se complementan y se relacionan entre sí. Los más representativos son:

  • Los ojos: aparecen representados de muy diferentes maneras, sugiriendo una mirada abierta a la vida.
  • La mujer: constituye, junto con el pájaro, la pareja más emblemática de la iconografía mironiana, en una unión perfecta entre la tierra y el cielo. Es una figura fundamental, la madre, la madre tierra, la payesa, el desnudo ante un espejo, la cosecha, a la vez defensora y amenazadora, con volúmenes sensualmente rotundos. Es una figura de mujer al mismo tiempo próxima y distante, con los pies aumentados reduciéndose gradualmente hacia arriba, extendida hacia el cielo como las ramas de un árbol. Miró muestra a la mujer como una enérgica manifestación vital.
  • El sol y la luna: son el principio masculino y femenino, el día y la noche, antagónicos y a la vez complementarios.
  • El pájaro: motivo esencial de la iconografía mironiana, en muchas ocasiones viene acompañado de la figura femenina. El pájaro no evoca la capacidad de volar ni el movimiento, sino que es un elemento que aúna el cielo y la tierra.

 

 Al observar la obra de Miró, sin embargo, no hay que abandonarse a la imagen estereotipada de pintura mediterránea, poética y alegre, poblada de soles, estrellas, mujeres y pájaros pasando por alto las contradicciones y variedad de su obra. Esta imagen de la obra plagada de tópicos visuales ha sido muy aprovechada por los diseñadores gráficos, que han sabido sacar partido de ella. Miró trató de resistirse a ella creando durante décadas obras exigentes y rigurosas, intensas y provocadoras, evitando la simplificación de su obra.

 Miró concibe su labor de manera abierta e incluso inacabada. Deja muchas obras sin finalizar, sin su firma, instalándolas en el anonimato, prescinciendo de la vanidad del artista. El carácter inconcluso de estas piezas les otorga un carácter especial, sin que haya que considerar que algo falte en ellas, pues, como decía el propio artista: “Lo importante no es acabar una obra, sino permitir que se entrevea en esta obra lo que hará posible que otros empiecen o produzcan en una fecha más o menos lejana.”

 Es difícil dar una explicación de la obra de Miró. Se pueden mencionar e incluso analizar los motivos temáticos presentes, la composición de la obra, las pinceladas, las tonalidades de la obra, encuadrarla dentro de la trayectoria del artista, sin aproximarse a su significado. Guillermo Fernández señala que: “Su intención no es dar su punto de vista sobre ningún tema. Miró no está interesado por el individuo o por los acontecimientos sociales. Es como si la cuestión del significado no tuviera demasiado que ver con él… Pero su obra tampoco es ilusoria; el vocabulario que se esforzó en crear, su poética, lleva implícita una promesa: la promesa de un nuevo comienzo… como referencia al destino cósmico de todos nosotros.. Sin nostalgia ni sentimentalismo, muchas pinturas de Miró llevan ocultas esta promesa.”