Joan Fontcuberta
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Obra
En la obra de Joan Fontcuberta pueden diferenciarse infinidad de rasgos formales, en los que el espectador no va a conseguir encontrar un estilo concreto. Es en el contenido donde se encuentra su estilo, no en la disparidad de la forma.
En su trabajo convergen dos referencias artísticas: por un lado, el surrealismo o el dadaísmo, que proviene de su espíritu rebelde, disparatado; por otro, el arte conceptual, que procede de una vertiente cerebral y analítica del artista. Y de ambos movimientos extrae la iconografía por un lado y el trasfondo conceptual por el otro.
Entre la gran variedad de proyectos del artista, hay un determinado tipo de trabajos en los que Fontcuberta cuestiona la credibilidad y autenticidad de la fotografía. Son series como Herbarium, Fauna, Sputnik, etc. En estos proyectos, el artista crea unas condiciones para que imágenes no reales adquieran aspecto de verosimilitud. Inventa animales y plantas, personas, concibe narraciones, retratando una realidad imaginada con la que ofrece otra manera de ver el mundo.
Otro tipo de series las enfoca más hacia la reflexión de la fotografía como huella, en las que las imágenes tienen más valor por sí mismas que por lo que sugieren. En este grupo se pueden incluir proyectos como Hemogramas, Zoografías, Fottogramas, Caligramas de luz, Seguritas, etc. El artista en este caso no manipula las fotografías, éstas en todo caso son manipuladas por el espectador cuando las percibe. El espectador no observa una obra de arte únicamente con la mirada, hay otros elementos que se añaden a la mirada, como el conocimiento, los recuerdos, las experiencias. Este conocimiento que hemos acumulado a lo largo de los años va a hacer que intentemos descodificar las imágenes de manera tan inmediata como errónea. A pesar de no haber manipulación en estas imágenes, lo fotografiado no es lo que parece.
En algunos de sus trabajos, como en la serie Hemogramas o en Constelaciones, el artista investiga sobre las formas de la naturaleza, generando propuestas que originan una complicidad con el espectador, no exentas de sentido del humor, presente en toda su obra.
Una de las características de su trabajo es que el propio artista aparece en sus proyectos como modelo. Lo que en un principio se debía a una razón práctica -quien mejor que él mismo para entender sus instrucciones-, se ha terminado convirtiendo en un sello personal, una manera de firmar un trabajo e incluso una pauta de trabajo que le posibilita encontrarse con los personajes.
La única certeza que se puede extraer de su obra es la duda. Por ello, ante una exposición de Fontcuberta solo tenemos una certeza: sabemos que nada es lo que parece, nada será lo que en un primer momento parezca ser.
Joan Fontcuberta investiga sobre la fotografía misma, reflexionando sobre la fragilidad de la realidad que refleja la imagen fotográfica, mostrando una verdad que es fácilmente manipulable.
Para poner de manifiesto esta idea, Fontcuberta genera sus propias historias documentándolas con gran detalle, compensando la falta de verdad con una trama absolutamente (e incluso exageradamente) elaborada. De esta manera reflexiona sobre la verdad misma. El fotógrafo puede crear una verdad a su capricho, reescribiéndola en lugar de representarla. Estas obras estimulan la duda en el espectador, incitado a cuestionar su credibilidad respecto al documento fotográfico.
El hecho de documentar con detalle cada uno de sus proyectos, confiere un halo de autenticidad a la historia. Fontcuberta es consciente de la autoridad que destila la letra impresa. Por eso, aúna fotografía con documentación para escenificar sus historias y expone la facilidad para que una historia o una noticia sea creída por el público, tan sólo hay que urdirla de manera que parezca verosímil. La sencillez del proceso pone de manifiesto la fragilidad de los sistemas de difusión de la información.
Además, para el público si algo puede fotografiarse, significa que es “real”. Fontcuberta viene a confundirnos, demostrándonos que es cierto el viejo lema de que “las fotografías no mienten”. Realmente las fotografías no pueden mentirnos, pero sí pueden desorientarnos y engañarnos. Y si además a las fotografías se les añade un título y un texto que aumente el embrollo, el engaño está servido.
Fontcuberta define al buen fotógrafo “como el que miente bien la verdad”. Con espíritu crítico e irónico, nos invita a cuestionar todo lo que nuestros ojos y nuestra memoria aceptan como auténtico, demostrándonos que disciplinas en principio incuestionables como la botánica o la zoología pueden carecer del rigor que les otorgamos, y que es necesario estar alerta ante posibles engaños. Joan Fontcuberta viene a tambalear nuestras certezas para que recuperemos la curiosidad y la capacidad de reacción.