ARTIUM (2002-2012): Memoria gráfica y documental

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Pepo Salazar. Tacher's period, Dickinsons joint

15/01/2011 > 31/01/2011 (Sala Norte)

 

Artista:  Pepo Salazar

Si analizamos el título Tatcher Period, Dickinson’s Joint podemos encontrar en él una gran parte de los presupuestos conceptuales y actitudes que el autor desarrolla en su trabajo. En una traducción literal el título nos subraya El periodo (la menstruación) de Tatcher, el porro de Dickinson. Política, música radical y compromiso cultural se mezclan con juegos de palabras e ironía como estrategias habituales para evidenciar las construcciones de lenguaje del poder y desenmascarar una realidad presentada como espectáculo.

El título alude a un periodo histórico, y se refiere a un discurso sobre el uso de la marihuana que, entre canción y canción, dio Bruce Dickinson, cantante de los Iron Maiden, al caerle un porro que le habían lanzado desde el público a los pies. En él bromea sobre el estado de ánimo de Margaret Tatcher y la situación de Inglaterra si su humor hubiese sido otro.

Resulta una constante en la obra de Pepo Salazar (Vitoria-Gasteiz, 1972) el análisis de la trasmisión de mensajes ya sean de naturaleza política o con fines consumistas dentro de los medios de comunicación y en contextos pretendidamente culturales.

Con una realización que alude a las producciones de bajo coste, a la serie b y el cine undergroud, la obra se sirve de giros del lenguaje, el detournement situacionista, la ironía y el juego para aludir a aquellas construcciones sociales que tienden a manipular este discurso social e incitar a sentir y actuar de manera irreflexiva.

Terrorismo, cultura popular marginal y medios de comunicación son algunos de los ingredientes con los que Pepo Salazar, a través de una iconografía de bajo coste ironiza sobre la manipulación ejercida sobre nuestro comportamiento e instintos primarios.

Pepo Salazar en De frente

¿Se puede crecer ilimitadamente con recursos limitados? Esta pregunta está en el origen de movimientos como el decrecimiento –recordemos la charla en ARTIUM de Carlos Taibo hace un par de meses- o en las denuncias a prácticas económicas propias del sistema capitalista. Estoy hablando de la obsolescencia programada de la que todos nosotros somos víctimas.

Recientemente se pudo ver un documental en televisión sobre este concepto. Ya en 1930 se firmó un convenio internacional entre empresas competidoras para acortar la vida de una bombilla de 2500 a 1000 horas. Las baterías de un iPod, que no fueron sustituibles hasta que se produjeron las denuncias de miles de consumidores, tenían una duración límite de 1800 horas al término de las cuales la única solución era cambiar de dispositivo. Impresoras que se detienen a un número determinado de impresiones, ordenadores, proyectores, lectores de dvd… el número de ejemplos es hirientemente interminable, y se hace más evidente aún cuando la reparación resulta mucho menos rentable que la adquisición de un nuevo equipo.

En una mirada a nuestro contexto inmediato, al ámbito del propio museo, hace pocas semanas Ruiz de Infante [+info], en sus Dispositivos de melancolía que instaló frente a la biblioteca, acumulaba decenas de aparatos electrónicos provenientes de nuestros almacenes. Estos equipos se encontraban ya obsoletos tras una intensa participación en los proyectos del museo. Incluso la propia denominación de su proyecto BlueSky, que en su presentación en el centro-museo añadía las siglas VGA (Video Graphics Array, o Vitoria-Gasteiz ARTIUM), quedará en breve desprovisto de uno de sus significados. Un nuevo acuerdo entre dos macroempresas del sector tecnológico digital, han acordado eliminar la robusta tecnología analógica del cable VGA, por los digitales y mucho más caros HDMI. Las razones que se aducen, aparte de una aparente mayor capacidad y regulada en la trasmisión de datos, es el tamaño de la cabeza conectora. Para el 2015, este desinteresado cambio dejará de nuevo obsoletos prácticamente la totalidad existente de pantallas de PCs de sobremesa en el mundo y muchos de los actuales televisores planos. Hagan números. Es cuantificable y estas empresas seguro que ya los han hecho.

El rápido desarrollo de las nuevas tecnologías incide de manera directa en esta problemática, regulando la entrada escalonada de novedades y mejoras, e implica la sustitución de equipamiento aún en perfecto estado de utilización. En el museo al menos una docena de lectores del sistema VHS de vídeo, imprescindibles en su momento para determinadas acciones, esperan en sus armarios un posible uso que difícilmente recuperarán. A un mismo tiempo decenas de lectores de DVDs comienzan a verse amenazadas por la tecnología Blue Ray, formato cada vez más común en las copias de exhibición de las nuevas obras audiovisuales.

En el ámbito de la gestión de los museos, y en concreto en el de la Colección ARTIUM, esta continua adaptación de equipamientos ocasiona no pocos motivos de reflexión. Trabajos tempranos de autores de videoarte, ya sean obras finales en lo-fi o documentos de performance o acciones que ingresaron en formatos de vídeo como el VHS, deben ser conservados en su formato original, al igual que es necesario mantener los equipos que los hacen visibles. Sin embargo al mismo tiempo es necesario transferirlos a soportes actualizados para evitar que queden atrapados en un vacío tecnológico, o corran (por el deterioro propio de los soportes magnéticos u ópticos) el riesgo de perder la calidad de visionado original.

La entrada de la obras audiovisuales en la Colección ARTIUM comenzó ya en los años 80. La popularización del vídeo proporcionó un fácil acceso a la imagen en movimiento, en un periodo necesitado de novedades tanto formales y técnicas como de contenido. Varias animaciones de Félix González Placer, los documentos de acciones del colectivo SEAC o la obra de Pepo Salazar que ahora exponemos en la Antesala se encuentran entre las piezas más antiguas realizadas en este formato.en concreto, el programa De frente presenta por primera vez en ARTIUM la obra Tacher’s period, Dickinsons Joint, de Pepo Salazar, firmada en 1997. Con una duración de 4 minutos fue grabada en vídeo analógico con una premeditada baja calidad. Contenido y técnica de ejecución se acompañan autocompletándose en su sentido.

Ya hace un tiempo que se abrió un amplio debate en el campo de la conservación de obras audiovisuales, cuestionando en cada caso la conveniencia o no de reproducir formatos y efectos originales con técnicas contemporáneas, que podrían llevar al falso histórico. En este sentido, iniciativas dirigidas a preservar esta tecnología hoy entendida como obsoleta, supondrán un ejercicio de justicia con este tipo de obras de arte al igual que con nuestro medio ambiente.

 

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