ARTIUM (2002-2012): Memoria gráfica y documental

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No más héroes. La Colección VIII

02/10/2008 > 20/09/2009 (Sala Sur)

 

Comisario: Daniel Castillejo

Artistas: Ignasi Aballí, Ángeles Agrela, Pablo Alonso, Alfredo Álvarez Plágaro, Alexander Apóstol, Victoria Campillo, Ibon Aranberri, Txaro Arrázola, Jesús Avecilla Riancho, Juan Barjola, Karmelo Bermejo, Joan Brossa [+], Ana Busto, Toni Catany, Salvador Dalí, Pep Durán Esteva, Xabin Egaña, El Perro Equipo Límite, Pepe  Espaliu, Jon Mikel Euba, César Fernández Arias, Jorge Galindo, Kepa Garraza, Pierre Gonnord, Luis Gordillo, Joan Hernández Pijuan, Lluís Hortalá, Agustín Ibarrola, Francisco Leiro, Eva Lootz, Chema López, Rogelio López Cuenca, Julio López Hernández, Valeriano López, Cristina  Lucas, Enrique Marty, Mc Callum & Tarry, Asier Mendizabal, Elena Mendizabal, José Ramón Morquillas, Vik Muniz, Juan Muñoz, Andrés Nagel, Père Noguera, Jorge Oteiza, Benjamín Palencia [+], Martín Parr, Wang Qingsong, Pablo Picasso, Jaume Plensa, Sergio Prego, Carlos Ribera, Simeón Saiz, Fernando Sánchez Castillo, Txupi Sanz, Darío Urzay, Joana Vasconcelos, Oriol Vilapuig.

Actividades relacionadas con la exposición: conferencia I, conferencia II, conferencia III, escena contemporánea


[Consultar documentación]

No más héroes. La Colección VIII es ante todo una reivindicación del ser humano como protagonista de la historia, en oposición a una forma “heróica”de actuar, trágica y desmovilizadora, que impregna la política, la economía, la cultura y hasta el universo “friki” promovido por la televisión y el papel cuché. No más héroes es además la octava presentación de la Colección Permanente de ARTIUM, una selección de más de setenta obras instaladas en un nuevo contexto con la posibilidad de extraer de ellas nuevas y diferentes lecturas. En la exposición se pueden ver obras de algunos de los artistas clave de la Colección ARTIUM, como Pablo Picasso, Salvador Dalí, Jorge Oteiza, Luis Gordillo, Joan Brossa [+], Vik Muniz o Juan Muñoz, junto con otras de creadores emergentes, como Karmelo Bermejo o Elena Mendizabal.

«Elegí un mal día para dejar de fumar» repetía Lloyd Bridges en Aterriza como puedas. Al final de la película, «dejar de fumar» se había convertido en «dejar de oler pegamento», después de haber pasado por la bebida y los tranquilizantes.

Creo que nosotros, hoy, también podríamos decir algo así como que «elegimos un mal día para ponernos en contra de los héroes». No son buenos tiempos para negar a los héroes. Aparecen por todas partes: los héroes de Vietnam, los héroes del bicentenario de la guerra de la Independencia, los de todas las guerras, los héroes con estatua sobre un pedestal, los olímpicos, héroes en general.

Nuestros héroes abundan, algunos nacieron así, tarados, convertidos en superhéroes. El universo friki ha puesto su interés en el concepto de «héroe». Otros nunca sabrán que les llamarán héroes después de muertos, algunos lo son por circunstancias coyunturales, pero muchos, los más héroes de todos, se postulan para la labor, para la profesión de héroe. El héroe romántico, el héroe autodestructivo, el héroe masculino, el absurdo, el divino y el demoníaco, en fin, das una patada y aparecen por todos los lados.

Parece una obviedad precisar que, para un creador, la elección de un protagonista es la elección de un héroe o heroína. La propia selección de una historia que contar, la imagen que mostrar o las referencias que pensar obligan, de una manera u otra, a definir una salvedad, a delimitar una especifidad que, queramos o no, se transforman, por esta misma decisión, en nuestros héroes. Luego, desearemos que se conviertan en héroes de los demás.

Así que, insisto, los últimos tiempos y, al parecer, también los del próximo futuro, son «tiempos de héroes». No de héroes, sino de HÉROES. Por doquier abundan las referencias a los hechos y actos heroicos. Nadie escapa de la obligación de ver, escuchar o leer a menudo alusiones a estas figuras gloriosas que son los héroes.

El «héroe» es un arquetipo que se aplica a cualquier aspecto humano. La política, la religión, la sociedad, la cultura y el arte son los lugares en los que comúnmente se asienta. En realidad, todo el abanico vital es el escenario del Héroe, que se adapta a cualquier situación porque sabe muy bien que es esperado y necesario. La propia filosofía, desde sus más tiernos orígenes hasta la actualidad, tiene como uno de sus pilares básicos la noción de «heroísmo» y la figura del «héroe». ¿Qué es lo que hace que esto sea así? ¿Por qué necesitamos al Héroe? ¿Podría ser que una de las razones fuera la búsqueda de nuestra redención y que, por eso, la historia de la humanidad esté llena de heroicos redentores mesiánicos? ¿No será que nuestra necesidad de transcendencia nos obliga a nombrar mediadores entre Dios («soy divino» repetía Salvador Dalí), la Gloria, la Memoria, la Historia y nosotros, en estas figuras medio humanas y medio divinas? Lo que queda es un ser capaz de hacer o de soportar lo que nosotros, pobres humanos, no podríamos sino imaginar en sueños y pesadillas. Esta visión de nuestro papel, que nos reduce a meras comparsas, reconoce que el mundo únicamente puede cambiar a base de esfuerzos titánicos, hercúleos, inhumanos, que tienen que llevarlos a cabo personas especiales, los héroes (Ulises, el héroe mas humano a causa de su inteligencia y astucia, tenía a su esposa Penélope en Itaca, esperándole para siempre, mientras hacía punto). Sólo nos quedan dos opciones, nos convertimos todos en héroes o acabamos con ellos para que el ser humano sea protagonista de sí mismo.

El Héroe lleva incorporada la tragedia en su naturaleza. El dolor, la muerte, el extremo sufrimiento o lo provoca o se le aplica, el caso es que siempre va con él, literal o metafóricamente: matan o mueren, o ambas cosas a la vez. Nuestros héroes luchan contra los héroes de los demás, se enfrentan o compiten al límite. Si tenemos suerte triunfarán los nuestros, si no, temeremos a los de los otros mientras lloramos a nuestros héroes muertos. La capacidad del «héroe autoproclamado» para provocar el conflicto, el dolor, se empareja con el «héroe a pesar suyo», que se convierte en «héroe oficial» cuando el Estado o el grupo designan la cualidad de una persona para ejemplarizar y para distinguirlo de la colectividad.

La búsqueda adormecida, la espera del Héroe implica la dejación de responsabilidad por parte de la mayoría, que pone su esperanza en una intervención ajena al ser humano que nos libre de los supuestos males a los que nos enfrentamos (casi siempre representados en cuestiones religiosas, políticas o identitarias). Por ello, esta siesta, la espera atolondrada para la participación, para la movilización en una u otra dirección, sólo se producirá ciegamente cuando nuestra fe sea atendida. Mientras, nosotros nos tomamos un tiempo, sentados, como el Mosquetero de la pipa de Pablo Picasso, esperando a que el Héroe nos diga qué tenemos que hacer o cómo tenemos que ver las cosas.

En los años setenta David Bowie, publica una canción que se titula Heroes que también dio título a un LP. Inmediatamente el grupo The Stranglers le contesta con otra canción titulada No more heroes. Esta expresión se convierte en un grito de guerra de toda una generación, que camina rápidamente hacia una nueva versión del nihilismo, hacia el desencanto, hacia el borde afilado y crítico del sistema social en aquellos años, el nivel más bajo de la autoestima, expresada por el punk con los lemas de «no hay futuro» y «no nos importa».

Esta exposición trata de estas cuestiones pero, sobre todo, toma una clara postura con su expresión «no más héroes». Aun entendiendo que, muchas veces, la necesidad de su espera es un clavo ardiendo al que nos aferramos cuando ya no hay esperanza, «no más héroes» es una frase que muestra una hartura hacia el Héroe, equiparado al genio incuestionable en el arte, al líder irrefutable, al guía infalible, al mesías axiomático, a todos aquellos que nos desmovilizan, que impiden el natural girar del mundo a base de portentosas fuerzas o musculosos argumentos.
No más héroes es, de alguna manera, aparte de una negación positiva, el fruto de una intuición que quiere hablar, por un lado, del arte y por ello del mundo (en la medida de que el arte habla del mundo) y, por otro, de las actitudes heroicas ante las que nos enfrentamos continuamente.

La muestra distingue entre dos diferentes tipos de actitudes y, como consecuencia, en ningún momento tratará de realizar un análisis exhaustivo de las diferentes tipologías del héroe. Por el contrario mostrará una visión crítica de cómo el «héroe autoproclamado» (el iluminado y el interesado) y el «héroe oficial» (casi siempre inconsciente a causa de su prematura muerte) determinan dos posturas en apariencias contrarias pero realmente cercanas y profundamente insensatas.

No más héroes es, al mismo tiempo, una exposición de los fondos que conserva ARTIUM, que vuelven a ser mostrados en un contexto de intensa interpretación como ha hecho cada año desde su inauguración. Todas las obras que se exhiben se hallan desnudas tal como sus autores las ejecutaron, sus intenciones están ahí, pero nadie puede evitar que también sean vistas y leídas por vuestros ojos y los nuestros, contaminados de subjetividad, de tramas propias, del propio presente que nos condiciona y del mecanismo englobador de la sala Sur, en el que no sólo las obras, sino también los espacios donde se ubican, forman el conjunto de la exposición. Lugares de referencias sacras, muros curvos, estrechamientos incómodos, todo ello para subrayar la estancia del Héroe, ardua, orgánica y sagrada.

Seamos antihéroes o héroes minúsculos, como lo queramos ver pero, ante todo, seamos el motor del mundo, que sólo se mueve siempre y cuando no se interponga cualquier héroe mayúsculo.

 

Documentación asociada a la exposición

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