Elena Blasco

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Obra

Un texto que documentaba una de las exposiciones de la artista decía así: “Elena Blasco aconseja cambiar de arte lo más que se pueda”, y quien dice cambiar de arte dice cambiar de aires. Esa es su propuesta, renovarse uno mismo y renovar sus creaciones. Su forma de concebir el arte es curiosa, auténtica, genuinamente propia. A principios de los años ochenta, Elena mostraba su gran capacidad artística a través de la pintura. Por aquel entonces ya dotaba a sus obras de un carácter muy especial, de “un algo” que con el paso del tiempo la distinguiría del resto de los artistas.

“Ya me doy cuenta. Hay que cambiar de arte lo más que se pueda. Que eres pintor, pues escultor, que eres escultor, pues escritor, y es mucho mejor.Zapatero a tus zapatos está obsoleto, la prueba es que quedan cuatro zapateros que viven como hamsters en extinción. ¿Por qué? Porque siempre te dicen: “Eso que usted quiere, no se puede hacer”. O sea, se puede ir a Marte y usted no me puede arreglar esta correita. No le compensa. No nos compensa. Me costaría lo mismo que bolso y medio, nuevos. No es su profesión la que está anticuada, lo que está anticuado es mi problemita. No ha lugar las pequeñeces, antes muertos: si eres zapatero, pues basurero, y conduces un camión. Un camión enorme. Vas despertando y embotellando a tu paso a toda la calle, como Moisés pero a la inversa, las aguas revierten en el camión, cada vez más gordo, y eres el rey, y yo me he metido en un jardín, porque no me está gustando cómo acaba el dulce zapatero por cambiar de profesión, que parecía lo mejor, y ahora no sé qué hacer, otra vez. ¿Estaré errada?”.[2]

Zapatero a tus camiones

 

A mediados de esta década, según Fernando Huici, “…Elena empezó a hacer cosas muy raras…más de uno debió pensar que a la pobre, tan simpática y con semejante pedazo de talento, se le había ido la olla, hasta Tegucigalpa por lo menos…”, sus creaciones eran diferentes, poseían un toque muy Blasco. Colocaba, por ejemplo, un gigantesco pedrusco de pega delante de un lienzo prendido con alfileres al muro, una enorme flor de alambre de hierro o una serie de rodajas de espuma sintética pintadas; son obras llamativas envueltas por una fina capa de humor desquiciado.

 

 

 

 

 

 

 

En la segunda mitad de los ochenta, el mundo de la escultura ya se resentía de un cambio de rumbo, en realidad, un cambio de los patrones por los que hasta entonces se había regido. Ya en los años noventa, las obras que comienzan a realizarse, ceñidas a los nuevos patrones, son obras que distan mucho menos de ese carácter “diferente y extraño” propio de las obras de Elena en épocas anteriores. Hablaríamos así de una artista adelantada a su época, una mujer que anticipó al mundo artístico los cánones del “futuro”, un futuro inmediato pero que solo ella supo ver y osó a exponer.

A este respecto, cabe mencionar la opinión de Fernando Huici, cuando llama a Elena “chica acelerada”, su interpretación se ciñe a las propias palabras de la artista, “se trata de tomar de la naturaleza aquellas formas que a una le hacen gracia”, y a la forma con la que denomina a sus exposiciones como en su primera muestra en los años noventa, a la que bautizó Al deseo: lo meneo, o que más da no entender. De esta forma, según Huici, la artista se sale de su tiempo y lugar, “no para anticipar el mañana, si no por andar a su bola”. Así, avala el apodo con el que se refiere a Elena, chica acelerada. Elena cambia de aires, cada exposición es una mudanza y con ella un cambio en la disposición de las obras, algo que ella interpreta como la relación que surge entre sus creaciones, crea de forma individual para luego establecer diálogo entre las mismas en un espacio que manipula a su antojo. De ahí, que encontremos en su labor un doble significado: el que posee la obra en sí misma, y el que muestra el diálogo que entabla dicha obra con el resto, en el espacio destinado a la exposición.

Es una mujer preocupada por las relaciones entre las personas, por la comunicación que surge entre ellas, por el significado de las mismas, así pues, la artista consigue plasmar en sus obras artísticas aquello que le interesa de su realidad cotidiana.

 

Podría decirse que busca el diálogo artístico a través de la disposición de las obras en un determinado espacio, como ella afirma, “…se tocan, se necesitan unas a otras al igual que necesita el contacto con el prójimo…”. Como recordaba Huici, Elena coge de la naturaleza aquello que le divierte para posteriormente crear su propia naturaleza. Modifica, cambia, articula los elementos y para todo ello no le importa emplear tiempo, se lo toma con filosofía, reconoce que es un tiempo bien invertido, es su forma de expresar lo importante que es relacionarse con las personas y, sobre todo, es una forma de sentirse arropada, acompañada.

 

 

 

 

 

 

Siempre ha sido original en la utilización del espacio, en el montaje de sus obras para ser más exactos. Tiende a ocupar todo el espacio que se encuentre a su disposición y como llega a afirmar el propio Guillermo Solana, “ocuparla y convertirla en leonera o burdel, en la mismísima imagen del caos…”. Aunque a priori no se haga evidente, en cada uno de sus montajes existe una meditación profunda, una organización de las obras a través de la cual la artista consigue crear un hilo narrativo dotando de coherencia a la exposición. “…el aparente caos está laboriosamente organizado…” apunta Solana.

En definitiva, tanto en lo personal como en lo artístico, consigue entablar una relación, en el primero de los casos con la gente que le rodea, en el segundo, entre sus obras, que, como afirmaba la artista, “se tocan, se necesitan…”. Al igual que ocurre con las personas, se busca un nexo, se entabla amistad, surge la necesidad. En cuanto a su disposición, por tanto, Elena bajo una imagen de inconexión Elena esconde una absoluta armonía entre sus creaciones.

Sus obras, atendiendo a la trayectoria de su creadora, han evolucionado desde el uso de la pintura y escultura, hasta creaciones en las que ambas se combinan con el dibujo y fotografía. En cuanto a esta última técnica mencionar que son, según Abel H. Pozuelo, “Fotografías intoxicadas, modificadas por borrones y manchas de pintura, que miran al exterior […] como la mirada propia del lienzo si éste pudiera ver”. Una forma original de reflexión sobre su propia forma de crear. Como menciona en una entrevista publicada en la revista Lápiz, “…yo me dedico a esto precisamente para conocerme a mí misma […] y uso una vía paralela, el arte, que me da los datos que en la vida, por lo que sea, no me es tan fácil encontrar…”.

 

 

 

 

 

 

 

 

Característica propia de esta artista es la amalgama de técnicas, recursos y materiales que emplea, consiguiendo que por separado las obras carezcan de un significado evidente y al mismo tiempo “organizadas” muestren un sentido obvio.

 

 

 

 

 

 

 

Finalmente, reseñar el enorme abanico de materiales que usa en sus creaciones, como muñecos de trapo, ropitas de bebé, figuras de escayola, camisas, elementos extraídos de la naturaleza, sillas de jardín, telas o cuerdas. Sus composiciones poseen un gran desparpajo visual, en ocasiones un importante contenido crítico y un cromatismo chillón que no deja indiferente al espectador.

 

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[2] BLASCO, Elena. “Zapatero a tus camiones”. En: Elena Blasco: del 28 de noviembre al 22 de diciembre de 2001. Burgos: Espacio Caja Burgos, Área de Cultura, 2001, p. 21. AR BLA-EL 1