Joaquín Montero Basqueseaux y Joaquín Goikoetxea. El arquitecto y el jardinero. Ellos son los que junto a la pareja Chillida-Belzunce han dado forma y han contribuido a la creación y mantenimiento de Zabalaga.
Fue en 1987 cuando Eduardo Chillida se puso en contacto con Montero, el mismo que seis años atrás le había rehabilitado su casa sobre el Peine del Viento. Durante 14 años han trabajado mano a mano para culminar esta obra que le ha valido al arquitecto un accésit en los Premios del colegio de Arquitectos Vasco-Navarro en 2001.
Zabalaga “es consecuencia de un proceso largo en el que no nos marcamos metas. En cada momento decidíamos lo que teníamos que hacer. El único objetivo fue muy sencillo, que la obra quedara estupenda”, afirma Montero.
Y añade, “no hubo ningún momento en que se concibiera el Museo como ahora se conoce, sólo sabíamos que iba a ser un espacio expositivo”.
La naturaleza es un elemento esencial de esta obra. Es Joaquín Goikoetxea el encargado de mantener el amplio terreno que rodea al museo. Gracias a sus cuidados es posible disfrutar del precioso paisaje en el que se enmarca el caserío de Zabalaga.