http://www.museochillidaleku.com/
Un sueño hecho realidad. Un sueño que Eduardo Chillida y Pilar Belzunce veían finalmente cumplido en el año 2000, el año también de sus bodas de plata. Cincuenta años de matrimonio que han transcurrido en su mayoría en Hernani y Donostia, el mismo entorno en el que se encuentra ahora situado Chillida-Leku.
Y es que el valor sentimental que esta tierra tiene para el escultor es muy grande. “Aquí están las raíces de mi padre. Este es su sitio”, afirma Luis Chillida Belzunce, hijo del escultor. A Hernani fueron a vivir Eduardo y Pilar tras volver en 1951 de París. Aquí descubrió también el hierro, material que empleará en muchas de sus esculturas. Además, como curiosidad, el propio Luis desvela también que a sus padres “también les ha gustado siempre la coincidencia de que por aquí pase el río (el Añorra) que antes desembocaba en el Peine del Viento, en San Sebastián”.
El proceso fue largo. Desde que en 1983 el escultor y su esposa adquirieron Zabalaga, un caserío del año 1543 en ruinas, hasta su inauguración en septiembre de 2000, pasaron 17 años. Años de trabajo y reflexión que dieron su fruto. “Ha sido como un bebé que hemos visto crecer a nuestro lado”, afirmó Luis Chillida, director del centro y uno de los ocho hijos del artista.
Eduardo Chillida logró unir el arte y la naturaleza. Este centro cerró sus puertas el 31 diciembre de 2010 aunque las negociaciones con las instituciones para reanudar sus actividad siguen vigentes en 2015.
Joaquín Montero Basqueseaux y Joaquín Goikoetxea. El arquitecto y el jardinero. Ellos son los que junto a la pareja Chillida-Belzunce han dado forma y han contribuido a la creación y mantenimiento de Zabalaga.
Fue en 1987 cuando Eduardo Chillida se puso en contacto con Montero, el mismo que seis años atrás le había rehabilitado su casa sobre el Peine del Viento. Durante 14 años han trabajado mano a mano para culminar esta obra que le ha valido al arquitecto un accésit en los Premios del colegio de Arquitectos Vasco-Navarro en 2001.
Zabalaga “es consecuencia de un proceso largo en el que no nos marcamos metas. En cada momento decidíamos lo que teníamos que hacer. El único objetivo fue muy sencillo, que la obra quedara estupenda”, afirma Montero.
Y añade, “no hubo ningún momento en que se concibiera el Museo como ahora se conoce, sólo sabíamos que iba a ser un espacio expositivo”.
La naturaleza es un elemento esencial de esta obra. Es Joaquín Goikoetxea el encargado de mantener el amplio terreno que rodea al museo. Gracias a sus cuidados es posible disfrutar del precioso paisaje en el que se enmarca el caserío de Zabalaga.
Actualmente Chillida-Leku permanece cerrado. Se seguirán llevando a cabo todas aquellas actividades paralelas que se desempeñan con independencia del cierre al público, como son la conservación del patrimonio artístico o la realización de exposiciones nacionales o internacionales entre otras.
El Museo está abierto a un acuerdo que respete las condiciones que considera imprescindibles para asegurar la continuidad del mismo tal y como las definieron Eduardo Chillida y Pilar Belzunce, sus creadores.
Chillida-Leku acoge 42 esculturas grandes dispersas por el jardín que rodea al caserío y 120 obras entre figuras menores, gravitaciones y dibujos en el interior del mismo.
Las obras de gran formato en acero cortén, hierro o granito han sido ubicadas por el propio escultor en las praderas de la finca. Buscando la luz I y Lotura XXXII se encuentran en el límite del jardín en el que se asientan también Peine del Viento o Monumento a la tolerancia, entre otros. Son muchas y significativas las esculturas que a lo largo de todo el jardín se extienden. Paseando toparemos con los homenajes a Giacometti o Balenciaga, así como con el Arco de la libertad o El abrazo.
Una vez dentro del caserío tendremos la ocasión de disfrutar con otras pequeñas grandes obras. La sala central acoge la escultura De música III en acero,los alabastros Homenaje al mar y Elogio de la luz XX y la obra en hierro Casa del poeta.
El primer Chillida se esconde en el piso superior, donde se pueden contemplar las primeras obras realizadas en París a finales de los años 40: las esculturas en yeso Forma y Torso (1948), Yacente (1949) y Concreción (1950). Se hallan aquí también dos obras en hierro, Oyarak I (1954) y Homenaje a Gaston Bachelard (1956), junto a dibujos de la época.
En la sala contigua se encuentran los proyectos para monumentos, con fotografías y estudios, así como obras de pequeño formato en acero, alabastro o granito, como Homenaje a Kandinsky y Homenaje a la Arquitectura. Para finalizar este cálido y familiar paseo por la obra de Chillida, llegamos a una sala abuhardillada dedicada a las gravitaciones y a las “lurras”.
Un lugar privilegiado en el que el arte y la naturaleza se integran a la perfección.