Escultor, dibujante, grabador. Un amplio abanico de técnicas el que abordó el artista donostiarra. Variadas disciplinas que giran siempre en torno a los mismos temas y preocupaciones. Distintos medios de expresión para expresar una misma idea, un mismo sentimiento.
Escultor. Como tal es conocido, en general, Eduardo Chillida, si bien no es la única disciplina que ha abordadado tal y como más adelante comprobaremos. Así concibe además su escultura: “trampas en las que apresar la naturaleza y lo inaprensible como el viento, el silencio, el espacio…”.
Ya se ha destacado la importancia que el artista otorga a los materiales que emplea en sus obras, por lo que no es de extrañar que una de las características que más llama la atención de sus esculturas sea su materialidad, rasgo que va unido también a esa monumentalidad que transmiten sus obras, no tanto por su tamaño, como por la energía que irradian y que ya se aprecia en sus primeras obras en piedra y yeso. Y es que sus obras son simples, pero la fuerza que dimanan supera esa sencillez y va más allá de su tamaño, proviene de su interior.
La mujer y la tierra serán los ejes centrales de las esculturas de sus inicios, entre 1948 y 1951. Estas esculturas revelan una doble y simultánea atracción por esos temas. Las esculturas de este primer período delatan el conflicto que, sin duda, vivía el artista en esos años, justo en el momento de comenzar su aventura. La tentación de la forma humana, sobre todo de la mujer, debió ser muy intensa. Se trata de figuras que carecen de rostro y muchas de ellas han sido destruidas por el propio artista. Curioso y revelador, sin duda.
El regreso a su tierra natal en 1951 supuso un giro en los temas abordados en sus esculturas, al interesarse por el espacio transhumano y sus constantes cambios, y no por la figura humana, además de adoptar como material preferente el hierro frente a la piedra de aquel primer periodo. Con el tiempo también, la agudeza de estas primeras obras en hierro dará paso al concepto contrario: la gravedad. La vuelta a su tierra de origen le impulsa a centrar su atención en la cultura vasca, si bien esto no implica un arte localista, sino todo lo contrario, universalista. En esta nueva etapa los motivos que interesan al artista son los propios de su entorno: arados y herramientas agrícolas, elementos constructivos de los caseríos, los materiales como la madera y el hierro,…
Poco a poco irá aumentado también su interés por la creación de obras monumentales que expondrá en lugares públicos. Además, su concepción de la masa y del espacio escultórico será cada vez más compleja, centrando su atención en aspectos más allá de la iconografía típica, como son la masa, el peso, el volumen o la textura de sus obras.
Las esculturas de los años 50, 60 y 70 eran normalmente de pequeño o mediano formato, pero en lo 80 y sobre todo en los 90 sufren un salto de escala, sobrepasando fácilmente las 30 y 40 toneladas de peso como ocurre con Berlín, una escultura doble realizada en homenaje a la capital alemana e instalada actualmente en los jardines de la nueva sede de la Cancillería.
Al mismo tiempo, este cambio de escala va a llevar a Chillida a interesarse más por el lugar en el que dichas esculturas han de ubicarse. Así, Peine del viento se encuentra en la Punta del Tenis de San Sebastián, un lugar al que Chillida acudía a menudo en su juventud para contemplar el mar y las rocas.
Donostia, Gijón, Hernani, Berlín, Dallas, Houston,… Desde Donostia hasta el fin del mundo. Allí nos encontraremos siempre con alguna de las esculturas de un gran artista, Eduardo Chillida.
Monumentos públicos:
2000
Elogio del aire II. Aeropuerto de Bilbao.
Begirari V. Fundación Insel-Hombroich, Alemania.
Gurutz Aldare. Iglesia Sankt-Peter, Colonia, Alemania.
1999
De música IV. Münsterplatz, Bonn.
Berlín. Nueva Cancillería, Berlín.
1998
Mural G-333. MACBA, Barcelona.
1997
Jaula de la libertad. Landeszentral Bank Square, Traer, Alemania.
Camino hacia la paz. Iglesia del Buen Pastor, Donostia-San Sebastián.
Buscando la luz II. Pinacoteca de Munich, Alemania.
Begirari. Bilbao.
1996
Besarkada X. Sinclair House Garden, Bad Homburg, Alemania.
1993
Homenaje a Rodríguez Sahagún. Parque Rodríguez Sahún, Madrid.
Puerta de música. Parque Bonaval, Santiago de Compostela.
1992
Monumento a la tolerancia. Muelle de la sal, Sevilla.
Estela a Rafa Balerdi. Pico del Loro, Donostia-San Sebastián.
Lotura XXX. Musée Olympique, Lausana, Suiza.
Dialogo-tolerancia. Rathaus-Innenhof, Münster, Alemania.
Homenaje a Hokusai. Japón.
1991
Elogio del hierro III. Banco Bilbao Vizcaya, Bilbao
Helsinki. Porthania Place, Helsinki.
1990
Monumento a Fleming. Paseo de la Concha, Donostia-San Sebastián.
1989
Zuhaitz V. Parc Albert Michallon, Grenoble, Francia.
De musica, Dallas XV. Pei's Morton Symphony Center, Dallas.
Elogio del horizonte. Cerro de Santa Catalina, Gijón.
1987
Elogio del agua. Creueta del Coll, Barlona.
Gure aitaren etxea X. Recinto histórico, Guernica.
1986
La casa de Goethe. Taunus Anlage, Frankfurt, Alemania.
1985
Topos V. Plaza del Rey, Barcelona.
1983
Lizardiren leihoa. Palacio Aramburu, Tolosa.
Música callada II, Homenaje a J.S. Bach. Metropolitan Museum of Art, Nueva York.
1982
Homenaje a Jorge Guillén. Cadenas de San Gregorio, Valladolid.
1980
Monumento a los fueros. Plaza de los Fueros, Vitoria-Gasteiz.
1976
Peine del viento XV. Paseo Peine del Viento, Donostia-San Sebastián.
1975
Gurutz III. Iglesia de Santa María, Donostia-San Sebastián.
1974
Estela a Pablo Neruda. City of Teheran, Teherán, Irán.
Lugar de encuentros VI. Fundación Juan March, Madrid.
Lugar de encuetros VII. Palma de Mallorca, España.
Gudari. National Gallery, Berlín, Alemania.
1973
Lugar de encuentros IV. Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Lugar de encuentros V. Puerta de la bisagra, Muralla, Toledo.
1972
Lugar de encuentros III. Paseo de la Castellana, Madrid.
Campo espacio de paz II. Market Place, Lund, Suecia.
Elogio de la arquitectura II. Banca March, Palma de Mallorca.
1971
Monumento Dusseldorf. Thyssen Gebäude, Düsseldorf, Alemania.
Lugar de encuentros II. Plaza del Rey, Madrid.
1970
Estela a Rafael Elósegui. Real Club de Golf de Jaizkibel, Donostia-San Sebastián.
1969
Alrededor del vacío V. World Bank, Washington.
Proyecto para un monumento. Musei Vaticani, Ciudad del Vaticano.
1968
Peine del viento VI. UNESCO, París.
Rumor de limites VII. Fundación Banco Central Hispano, España.
1966
Abesti gogora V. Museum of Fine Arts (garden), Houston.
1954
Puertas de la Basílica de Aránzazu. Basílica de Nuestra Señora de Aránzazu, Aránzazu.
1948
Torso. Monte Urgull, Donostia-San Sebastián.
Su fama y reconocimiento como escultor parecen dejar de lado en algunas ocasiones otras facetas de Eduardo Chillida, quien cuenta también con numerosas obras sobre papel, es decir, en dos dimensiones. Como en más de una ocasión ha afirmado, “en las dos dimensiones ocurren las mismas cosas que en las tres dimensiones, con una dimensión real menos”.[13]
A pesar de que tanto sus dibujos como sus grabados tienen, como ya se ha dicho, entidad propia, es evidente también la relación que en sus planteamientos y temáticas guardan con la obra escultórica del artista. Muchas veces sus dibujos y grabados son la clave para comprender algunos aspectos de su escultura.
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[13] En Biblioteca: Giralt-Miracle, Daniel. “De la mano al espacio. Dibujos, grabados, gravitaciones y lurras de Chillida”. En: Chillida: de la mano al espacio. Zaragoza: Banco Zaragozano, 1998; p. 11. AR CHI-ED 25
El dibujo es para Chillida un espacio de reflexión que antecede incluso a su labor como escultor. Ya en sus primeros dibujos de 1947 a lápiz, tinta o bolígrafo, se aprecia la preocupación por el espacio y otros planteamientos que continuará abordando a lo largo de toda su carrera artística. En estos primeros dibujos es posible apreciar también la influencia del dibujo de Matisse, si bien marca también claras diferencias respecto a éste.
Los dibujos de Chillida son fríos y racionales, de línea escueta y eminentemente abstracta y geométrica. Las cabezas, los retratos de Pili Belzunce, las manos,… cabellos o manos que no son representados en tanto que objetos corpóreos, sino que son únicamente el vehículo para representar la bidimensionalidad existente en el espacio. Se trata de líneas simples que crean el espacio tridimensional que un cuerpo ha de tener.
Desde esos primeros dibujos de 1948-1950 en los que los desnudos femeninos eran los protagonistas, Chillida evolucionará tanto en la técnica como en los temas que abordará. Así irá reduciendo las formas a sus líneas de fuerza hasta establecer dos líneas diferentes en sus dibujos: una abstracta, relacionada temáticamente con las obras de bulto, y otra realista, en la que se centrará en la representación de las manos. Ese paralelismo que tiene lugar entre las distintas disciplinas que abarca el artista donostiarra se aprecia desde sus primeros dibujos. Esos primeros trabajos plásticos en los que los desnudos femeninos son los protagonistas dejan entrever ya características propias de las esculturas de esa misma época, como la sencillez o la claridad de volúmenes. Por otro lado, a través de esos cuerpos Chillida trata también una de sus principales preocupaciones: el espacio. Puesto que trata el desnudo como elemento para el estudio de cuestiones de espacio y forma, no muestra nunca el rostro de esas figuras y, muchas veces, éstas aparecen de espaldas.
A partir de 1960 los dibujos de Chillida empiezan a ocupar superficies más amplias, los trazos son más gruesos,… Poco a poco, otra técnica, el collage, va adquiriendo más fuerza en la obra del artista. Es en 1952 cuando realiza sus primeros collages, una técnica con la que continúa trabajando hasta culminar con los “papiers découpés” de gran formato, en los que los espacios en negro y blanco se enfrentan.
Su obra gráfica se caracteriza ante todo por su sobriedad, por el uso exclusivo del blanco y negro, así como por la cantidad de recursos y medios expresivos utilizados: rayados, texturas, líneas y manchas. Y es que también en este caso el artista donostiarra ha trabajado con distintas técnicas como la xilografía, la litografía y el aguafuerte, además de, en menor medida, algunas puntas secas, aguatintas y serigrafías.
De todas formas, el medio gráfico más usado por Chillida ha sido el aguafuerte, jugando normalmente, tanto en esta como en el resto de técnicas, con dos colores, el blanco y el negro, a excepción de algunos litocollages en los que encontramos un espectro más amplio con cremas o grises uniformes, un juego de colores con los que no trata de buscar el cromatismo, sino la generación de espacio.
Reflejo de esta intención son, entre otras, tres obras realizadas para el libro Más allá de Jorge Guillén. Se trata de unos grabados en los que no hay tinta, sino únicamente madera surcada por la gubia y el buril, creando dos niveles en la superficie del papel impreso, dos superficies que se limitan. Esta técnica del juego en blancos aparecerá también en Toki II de 1974 y en otras xilografías, impresas en vacío, sin tinta, como las de la carpeta y edición del Ce maudit moi de Cioran.
Es a mediados de los 50 cuando ese interés por la obra en papel le lleva a aventurarse por una “nueva” vía, el grabado, una disciplina donde quizás se aprecia mejor la carga icónica de sus trabajos a partir del amplio número de logotipos, anagramas y carteles publicitarios que diseña: uno de los carteles que realizó en 1972 para los Juegos Olímpicos de Munich, el cartel para el Homenaje a Iribar (el portero de la selección española) en 1980, o el de la Asociación Independiente de Productores de Cine Vascos en 1984.
Eso sí, una vez más existen claras analogías entre su obra gráfica y la escultórica pues, en cierta manera, los surcos y trazos que realiza sobre el papel están muy cerca de las esculturas que crea.
También en este caso el trabajo gráfico de Chillida ha sufrido una evolución. Es en la década de los 60 donde se concentra la mayor parte de su obra gráfica, pero sus primeras xilografías conocidas datan de 1956. Será a mediados de los 80 cuando “supere” en cierta medida esa barrera de la bidimensionalidad con sus gravitaciones. “Yo con lo que de verdad sueño es con la gravedad. En mi caso es clarísimo que estoy más condicionado por la gravedad, por la gravitación, condicionado por esa línea ideal que va de arriba abajo y, claro está, de abajo a arriba”[14]. Con las gravitaciones Chillida consigue algo que muchos otros habían perseguido: crear una sensación de relieve a partir de las superficies planas.
Dentro de esta faceta de grabador destacan las ilustraciones que el artista ha realizado para libros, tarea que comienza en 1966 con la cubierta y los nueve aguafuertes que crea para Le chemin des devins, un libro de Andre Frenau.
En 1968 realiza siete litografías para Meditation in Kastilien del poeta austriaco Max Holzer y un año más tarde se publica Die Kunst und der Raum de Martin Heidegger, obra para la que Chillida ha creado siete litocollages y la litografía de la doble página de la cubierta. En 1973 realiza dieciséis xilografías para Más Allá de Jorge Guillén. Durante los años que siguen continuará esta labor de ilustrador en obras como Paroles peintes, Le sujet est la clairière de son corps de Charles Racine o Adoración de José Miguel Ullán. Finalmente, en 1983 ilustra el Ce maudit moi de Emile M. Cioran con tres xilografías, cuatro aguafuertes y una punta seca.
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[14] En Biblioteca: Giralt-Miracle, Daniel. “De la mano al espacio. Dibujos, grabados, gravitaciones y lurras de Chillida”. En: Chillida: de la mano al espacio. Zaragoza: Banco Zaragozano, 1998; p. 13. AR CHI-ED 25
En esta disciplina sería posible, de entrada, distinguir dos vertientes. Por un lado, los collages de papel cortado encolado sobre la superficie, de manera que al superponerse unos a otros crean una sensación de espacio. Por otro lado, los collages en los que utiliza material grabado, bien aguafuerte o bien litografía y en los que juega con el blanco del papel que actúa de soporte, el negro de los planos tintados y el gris del papel grabado.
De los tres colores con los que juega el artista en sus collages llegará a cinco, pasando después a tonos ocres y quemados que recuerdan a la oxidación de los materiales que emplea en sus esculturas. Eso sí, este uso del color nada tiene que ver con los pequeños cuadros coloristas que realiza el artista “casi a escondidas”.
Junto al color, el material es también un componente con el que el artista juega. Chillida tiende a seleccionar papeles de textura áspera, llegando incluso a emplear papel de vater, collages con papeles de tipo saco,…
No hay ninguna duda. Sí, Eduardo Chillida es un genial escultor, pero en nada desmerece su obra sobre papel.
Comienza por el dibujo y, poco después, trabaja el arte gráfico que derivará en una técnica innovadora, las gravitaciones. Se trata, no de una derivación del collage ni de dibujos en hojas superpuestas, sino de relieves escultóricos.
El artista estampa, recorta y perfora diversas hojas sueltas (papeles gruesos y a veces telas de fieltro) en distintos lugares y las “enlaza” mediante hilos de manera que gravitan gracias a una sutil suspensión que las mantiene en movimiento y en equilibrio gracias a su especial disposición estratégica. Los fragmentos de papel permanecen independientes pero dependiendo de dos hilos. Una vez más el artista juega con el concepto de gravitar llevado al límite. Al igual que sus hormigones “cuelgan”, también lo hacen estas hojas.