La obra de Miquel Barceló es esencialmente personal, compleja, y difícil de clasificar o catalogar dentro de ningún movimiento artístico. Aunque se le puedan encontrar sintonías con algunos artistas, su obra es original y singular, con un lenguaje propio único.
Pintor de luz y de materia, de transparencias y relieves, en el trabajo de este artista hay un espléndido tratamiento del material pictórico, creando en ocasiones efectos de resalte con la riqueza material de la obra. Experimenta con todo tipo de materiales, empleando aquellos que le rodean, incluso los orgánicos, y se interesa además por su descomposición.
Miquel Barceló trabaja sobre todo con grandes series temáticas: la naturaleza muerta, los libros y bibliotecas, plazas de toros, museos y cines, retratos, paisajes, tanto desérticos como marinas, son elementos que una y otra vez surgen en su obra, aunque con diversas variaciones. Barceló siempre se ha interesado por la naturaleza, tanto por los espacios (el mar o los desiertos), como por la propia vida, la putrefacción de la materia orgánica, la muerte o el paso del tiempo.
Sobre su método de trabajo son muy significativas sus palabras referidas a un cuadro que pintó en 1983: “El tema vino dado por la técnica… Cosa que ocurre a menudo. Primero hago algo y luego pienso que parecen las escamas de un pescado. Entonces pinto un pescado”.
Su extraordinaria trayectoria se ha visto muy influida por sus innumerables viajes y estancias en Europa, Estados Unidos y África, y su obra, así como su residencia, está en continuo cambio.
Los comienzos artísticos de Miquel Barceló se desarrollan en Mallorca, pudiéndose apreciar en sus obras iniciales el germen de lo que será su fecunda y apasionante trayectoria. En 1976 presenta en la exposición Cadaverina 15, celebrada en el Museo de Mallorca, una serie de 225 cajas en las que el artista mete productos orgánicos (mezclados con otros inorgánicos) que se van descomponiendo durante los quince días que dura la exposición, de modo que cada día las obras son diferentes y van cambiando.
A finales de los años 70, Barceló experimenta con gran cantidad de pintura sobre lienzos que deja al aire libre mientras se deterioran, y también mezclando materiales orgánicos e inorgánicos. Asimismo utiliza la técnica del dripping sobre telas que posteriormente cubre con pintura de color blanco.
A principios de los años 80 hay un regreso a la figuración, en la que predominan los motivos zoomórficos. Pronto realiza una serie de autorretratos pintando en su estudio, realizados utilizando la técnica del collage de papel y cartón pintado. De 1982 es Mapa de carn, una de sus obras más importantes de ese periodo. Es una pintura de colorido vibrante y carácter primitivo.
En 1983 el artista vive durante unos meses en Nápoles. Empieza ya a mostrar un gusto por la acumulación matérica en los cuadros, logrando efectos de relieve y matices de tonalidades muy diversas que se aprecian de un modo distinto en función del punto en el que se observa la obra.
Un año después reside en París, donde comienza una serie de naturalezas muertas. Se traslada a un estudio en la calle de Ulm, usando como taller una antigua iglesia abandonada. En ese espacio pinta las bibliotecas, cines, y también la serie sobre el Louvre. De esta época son también sus sopas, donde aparece el motivo del óvalo, muy empleado por el artista para plasmar elementos tan dispares como naturalezas muertas o plazas de toros. Una serie de cuadros de restaurantes y bodegones chinos corresponden también a este periodo.
En esta época Barceló realiza dibujos que tienen que ver con los cuadros que pinta, aunque no son bocetos, sino obras con entidad propia. En 1986, Barceló pinta la cúpula de 12 metros de diámetro del vestíbulo del teatro Mercat de las Flors en Barcelona.
Hacia 1987 se evidencia un cambio que ya se apuntaba algunos años antes. Aparecen en la pintura de Barceló las veladuras, la superposición y abundancia matérica que sin embargo ofrecen un aspecto de transparencia.
Realiza sus cuadros blancos, muchas veces ejecutados con una única y gran pincelada barrida, en la que a veces van incluidos varios colores. Otras veces son cuadros con incisiones, surcos y agujeros pintados. Como comenta el propio artista, “trataba de utilizar la pintura para injuriarla”. En los cuadros blancos la imagen desaparece.
En 1988 transcurre la primera estancia de Barceló en África. Aunque al principio pinta acuarelas y cuadros de grandes dimensiones, el artista se da cuenta de que no puede trabajar con los mismos medios ni en las mismas condiciones que en Europa. Por ello durante sus estancias en Mali reduce sus formatos y concede más espacio al dibujo. Realiza pinturas sobre papel, empleando materiales que tiene a su alcance, utilizando barro, sedimentos fluviales o pigmentos naturales de la zona. En sus dibujos y pinturas de pequeño formato se refleja la realidad del lugar, con escenas cotidianas y paisajes africanos.
A su regreso de Mali, Barceló continúa con sus cuadros blancos, aunque en 1990 el artista vuelve al color y a la figura en su serie de plazas de toros, donde tiene mucha presencia el elemento del óvalo. Pinta esta figura elíptica mientras el centro aparece vacío. Las obras de esta serie son pinturas sugestivas, dinámicas, en las que las plazas son como cráteres observados desde el cielo.
A principios de los años 90 aborda también series como la de las piraguas, las mesas, bodegones, ciclistas, animales colgados, o los glaciares.
En este periodo, Barceló pasa de nuevo unos meses en Mali, realizando obras de gran calidad. Según comenta Enrique Juncosa[1]: “… de entre toda la producción africana, los resultados más espectaculares hasta la fecha son las obras sobre papel realizadas en diciembre de 1993 y enero de 1994. En ellas queda patente su apreciación de las tonalidades cálidas del paisaje y la riqueza de las texturas desérticas…”.
Realiza dibujos muy diversos, algunos de ellos bocetos de esculturas o pinturas. En 1993 crea varias obras donde el tema principal son los talleres, motivo que ya había aparecido con anterioridad, pero que ahora es más profuso. Y entre estos talleres, destaca L’atelier aux sculptures, cuadro de grandes dimensiones que se acerca a la escultura por su concentración matérica. Francisco Calvo Serraller[2] señala a propósito de esta obra: “esta equivocidad se reduplica en El taller de esculturas, un armatoste de tres dimensiones, en cuya fabricación material se han usado técnicas propias del trabajo escultórico, y en el que algunos cuadros esparcidos por ese inmenso taller… han cobrado el aspecto o la apariencia de esculturas. Y, sin embargo, nadie puede negar tampoco que El taller de esculturas no sea un auténtico cuadro, y todavía más, un cuadro pintado y pictórico”. Las fronteras entre diferentes disciplinas artísticas se difuminan.
De ese momento son también algunos retratos de personas cercanas al pintor, cuadros con un cierto aire escultórico, con relieves, diferentes según el punto desde el que se observen. Estos retratos no pretenden ningún realismo o fidelidad al modelo ni siquiera belleza, y Barceló los realiza a partir de las formas que le sugieren las arrugas o los bultos del papel. En ocasiones ni siquiera realiza él estas arrugas en el soporte artístico, para no ceder a la tentación de manipularlo. A partir de los relieves resultantes pinta y dibuja las formas que le sugieren esas irregularidades. Este va a ser un método de trabajo bastante habitual en el artista. En 1994 de nuevo acude a Mali, donde concibe dibujos donde emplea termitas. Lo que empieza años atrás como un accidente, cuando estos insectos se comen la ropa, los libros y los lienzos, acabará siendo un acto deliberado, aprovechando los surcos que crean las termitas para que intervengan en sus obras.
Continúa en sus obras con relieves, realizando algunas de tamaño considerable, como Ball de la carn (1994), la mayor que ha realizado el artista hasta el momento (285 x 725 cm). En 1996 realiza una nueva serie de retratos en Mali, a partir de los habitantes del país africano, y autorretratos que realiza poco después en Mallorca. También de este año datan algunas obras que dibujó a partir de un viaje a Egipto, y algunos bocetos.
En 1998, en Palermo, el artista se instala en una iglesia abandonada, Santa Eulalia dei Catalani, inundando los muros del templo con su universo pictórico. Allí establece su estudio y pinta obras sobre papeles de periódico además de pintar sobre las paredes de la iglesia, presentando el trabajo como una instalación. También durante esta estancia dibuja pulpos, motivo que retoma a principios de la presente década, algo característico en su producción.
Un año más tarde vuelve a Mali, donde el artista realiza dibujos de mercados y de los artículos y alimentos que se pueden encontrar en ellos. También pinta sobre sábanas y mantas obras de grandes dimensiones.
[1] Juncosa, Enrique. Miquel Barceló, sentimiento del tiempo. Madrid: Síntesis, 2004. P. 45.
AR BAR-MI 17
[2] Calvo Serraller, Francisco. El taller de esculturas de Barceló. Alcobendas: Tf, 2002. P. 45.
AR BAR-MI 3
También el mar ha cautivado a Miquel Barceló. Realiza pinturas inspiradas en el mar Mediterráneo, el mar de su tierra natal. Son cuadros de grandes dimensiones llevados a cabo a principios de la presente década, marinas azules y blancas como si fueran telas movidas como las propias olas del mar. Y plasman tanto la superficie como la profundidad marítima. Son muchas las temáticas de Barceló que revelan el vínculo de Barceló con su entorno natural, y estas obras son una prueba más de ello. Además, no se alejan tanto de la temática de los desiertos, siendo ambos escenarios naturales infinitos, ambos de carácter muy simbólico.
Además Barceló ha realizado dibujos de gran colorido, consecuencia de sus regulares estancias en Mali, además de otros de la jungla Guatemalteca o de París, aunque en 2004 se aprecia una disminución cromática, utilizando poco más de un par de colores en algunas de sus series. También ha vuelto a temas recurrentes, como los toros, los pulpos, o los bodegones chinos.
De los últimos años de su trayectoria, con toda seguridad el proyecto de mayor envergadura en que se ha visto inmerso este artista ha sido la intervención en la Capella de Sant Pere de la Catedral de Palma de Mallorca. Finalizado en 2007, ha sido llevado a cabo, dada su envergadura, en dos fases. El proyecto completo consta de varios elementos: un mural cerámico de grandes dimensiones para la capilla, así como los elementos litúrgicos de piedra, las vidrieras de la capilla, y el mobiliario de la misma.
Barceló trabaja en Italia para preparar este proyecto, en el taller de Vincenzo Santoriello. Las dificultades técnicas han sido importantes, ya que se han tenido que construir e instalar hornos especiales, rampas, estructuras metálicas e incluso cámaras de video, además de emplearse toneladas de arcilla. Las piezas han sido posteriormente trasladadas y dispuestas en la capilla de la catedral.
En el gigantesco mural de más de trescientos metros cuadrados aparece el tema de la multiplicación de los panes y los peces, pero también se muestran los temas marítimos tan del gusto del artista, con una gran presencia de fauna marina, además de ánforas y ruinas romanas, en clara referencia al mundo clásico. Aunque Barceló no es un artista interesado por el arte sacro, sí lo es por la espiritualidad del espacio en el que trabaja, en la que se inspira vivamente. El proyecto era el más ambicioso de Barceló hasta la fecha, y el resultado conseguido ha sido realmente espectacular.
Los inicios de la actividad artística de Barceló con la cerámica comienzan a mediados de los años 90 durante una de sus estancias africanas en Mali. Las cerámicas de este artista son originales, modestas desde el punto de vista material y de la técnica, pero de gran valor artístico. Con austeridad técnica este artista es capaz de obtener una extraordinaria expresividad.
A partir de 1996 realiza un gran número de cerámicas, similares en su concepto a las pinturas, aunque de formas tridimensionales. A finales de ese año el artista experimenta en Mallorca en el taller del alfarero Jeroni Ginard, Murtò, con terracota, moldeando en barro con técnicas tradicionales. Trabaja empujando con los dedos desde dentro de la pieza, danto forma a la misma. Esta actividad continúa hasta 1998, cuando empieza a trabajar en una iglesia abandonada de Palermo. En 1999 retoma su actividad de ceramista, trabajando en el estudio de Armelle y Hugo Jakubec, en Durtal (Francia), donde trabaja creando grandes piezas cerámicas con intención de exponerlas en el Musée des Arts Décoratifs de París.
A principios de la presente década continúa su producción ceramista, y algunas de estas cerámicas se exponen en la Jablonka Galerie, Colonia, en 2006.
La evolución que ha llevado la obra pictórica de Miquel Barceló durante años, con sus volúmenes, agujeros, bultos y relieves, ha conducido al artista de forma natural a la tridimensionalidad, tanto en forma de escultura como de cerámica. Es un recurso más del artista para hacer llegar su discurso, un vehículo tan importante como otros para desarrollar su creatividad.
Tal y como ocurre con la cerámica, la escultura es un resultado lógico en la evolución pictórica de Miquel Barceló. Las formas, los relieves que pone de manifiesto en las pinturas, acaban independizándose del lienzo y desembocando en formas escultóricas, de modo que su escultura parece una extensión del aspecto pictórico del artista. Hay una relación en la obra de Barceló entre sus tres disciplinas principales, pintura, cerámica y escultura.
Aunque anteriormente había creado algunas esculturas en yeso que después pasaba a bronce, hasta 1993 Barceló no finaliza su primera gran serie escultórica. Estas obras tienen relación temática con la pintura que realiza durante ese periodo. Son trabajos en bronce modelados, no tallados. Hay animales alegóricos, como Animal de pintor (1993), mitad perro mitad gato, subido sobre tres botes de pinceles, o motivos típicos del mundo artístico de Barceló. Posteriormente aumenta el tamaño de sus esculturas, aunque sigue haciendo algunas reducidas, siempre con una temática similar a la pintura.
Miquel Barceló ha trabajado en multitud de campos artísticos. Por ejemplo, ha realizado libros de artista, ha ilustrado diversas publicaciones, entre ellas El libro del Océano, donde cuarenta dibujos de Barceló acompañan a un extenso poema de Enric Juncosa. También Too far from home, con acuarelas del artista junto a un texto de Paul Bowles. Es de destacar el libro para ciegos Las tiendas desmontadas o el mundo desconocido de las percepciones, con 48 litografías y 32 gofrados de Barceló, además de un texto en braille de Evgen Bavcar. En 2002 Barceló termina las más de trescientas acuarelas que ilustran los tres volúmenes (Infierno, Purgatorio y Paraíso) de La Divina Comedia de Dante Alighieri, publicada por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, acuarelas que posteriormente el artista expone en el Museo del Louvre de París.
También ha realizado escenografía para óperas, como la de El retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla, encargado por el Théâtre National de l'Opéra-Comique de París. Para esta obra crea decorados, vestuario y marionetas de grandes dimensiones con forma de insectos. También ha diseñado los decorados de la ópera El rapto en el Serrallo, de Wolfgang Amadeus Mozart, para el Festival d’Aix-en-Provence de 2003.
Miquel Barceló asimismo ha trabajado en el ámbito del arte gráfico. Con tan sólo 24 años realiza su primera litografía Sa Moto, encargada por el Gobierno Balear. En el ámbito del grabado comienza a trabajar unos años más tarde, en 1984. En sus obras gráficas se reflejan temas comunes a otras disciplinas como los motivos zoomórficos, retratos, tauromaquias, etc. La serie de grabado más conocida y ambiciosa de Barceló es Lanzarote, realizada entre 1999 y 2002, mediante técnicas de aguatinta y aguafuerte.
Barceló recientemente ha llevado a cabo también una performance titulada Paso doble junto a Josef Nadj, realizada por primera vez en el marco del Festival d’Avignon de 2006. En esta obra Barceló crea una obra en el escenario y Josef Nadj forma parte de la misma.
Barceló ha realizado trabajos tan diversos como el diseño de portadas de discos, como la del CD Potro de rabia y miel, del cantante Camarón de la Isla. Ha diseñado carteles, como los del Festival Sul Novecento, celebrado en Palermo en 1998, las entradas para Arco 2005, o la portada del programa de la Vuelta Ciclista a España del año 1989.