Fauna (1989)

Proyecto pluridisciplinar iniciado junto a Pere Formiguera en 1985. Se construyen animales con ayuda de un taxidermista, de manera que aunque los animales no son reales, las fotografías no están falseadas ni trucadas, sino que reflejan una realidad inventada. Además, apoyan las imágenes con textos que describen los animales con gran detalle, radiografías, documentos sonoros, vídeos, material de laboratorio, diversos objetos, correspondencia, etc.


Estos animales guardan un parecido con los monstruos que aparecen en los cuentos infantiles o con los seres que mostraban las ferias de antaño. Ardillas con rabos de víbora, zorros con una doble cola o un mandril con cuerpo de ciervo nos observan desde su urna, acompañados por una detallada documentación en forma de cuadros, dibujos, cartas o cuadernos de campo, que relatan la historia del descubrimiento de la rara especie, junto con fotografías del animal en su hábitat natural.


Para dar mayor verosimilitud al proyecto, se inventan a dos científicos, el naturalista alemán Peter Ameisenhaufen y su ayudante Hans von Kubert, alter ego de Fontcuberta y Formiguera, de aspecto serio y racional, de quienes nadie se atrevería a discutir su trabajo. El espectador supone que se encuentra ante el trabajo de dos naturalistas del siglo pasado, que se dedicaron a sacar fotografías y recabar información sobre aquellos animales tan extraños que encontraron, e incluso consiguieron capturar alguno para disecarlo. En algunos casos, Ameisenhaufen asegura que no consiguió hacerse con un ejemplar ya que vio al animal en contadas ocasiones, pero para atestiguar su testimonio de las paredes de la exposición cuelgan fotografías que sí pudo obtener del animal.


El proyecto se presenta como una exposición propia de un museo o zoológico y la gran cantidad de documentación aporta seriedad y rigor al mismo. Todo este trabajo de falsificación conduce a un debate sobre el control de la información y la autenticidad real que se esconde tras los mecanismos que difunden el conocimiento, cuestionando la retórica expositiva de los museos. De esta manera, el despliegue documental contribuye a evidenciar cómo aquello que se expone en un museo se sacraliza y no se cuestiona.