Joan Brossa
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Obra
Joan Brossa fue un poeta en el sentido más amplio del término. Todos sus trabajos eran para él poesía, “caras de una misma pirámide que se encuentran en el punto más alto”. Artista infatigable, dedicó 60 años de su vida a la literatura, con una producción ingente de creaciones de todo tipo.
Él se consideraba un poeta, más que un artista plástico, como recordaba tras su muerte Antoni Tàpies [+info], compañero de Brossa en el colectivo Dau al set [+info]. Para muchos, ha sido, junto a Josep Vicenç Foix, el mejor poeta catalán de todos los tiempos. Con muy pocas excepciones, desarrolló la inmensa mayoría de su obra en catalán.
Si algo caracterizó el trabajo de Brossa fue la búsqueda constante de una innovación en el mundo de la literatura. Cansado de seguir los esquemas literarios tradicionales, que consideraba “caducos y aburridos”, desde prácticamente los inicios de su carrera intentó crear nuevas fórmulas con las que expresar sus inquietudes artísticas.
Cuando volvió a Barcelona, después de la guerra civil, entró en contacto con los pensadores catalanes de las vanguardias de preguerra, de la mano del propio J.V. Foix o Joan Prats. Bebiendo de las fuentes de la vanguardia artística que imperaban en Barcelona en aquella época, buscaba la inspiración en la pintura o la música, disciplinas que consideraba más estimulantes que la propia literatura. Incorpora a su lenguaje poético los conceptos y descubrimientos realizados por los artistas surrealistas, considerándose él mismo un artista “neosurrealista” (Brossa en Bordòns, 2008, p. 2):
«Mientras los surrealistas se sumergen en las técnicas de introspección, los neosurrealistas ya dan estos mundos por descubiertos y aprovechan los hallazgos para enriquecer su instrumental poético»
En este sentido, no es de extrañar que titulase sus primeras creaciones artísticas “poemas”, o que denominase poemas experimentales a los dibujos que creó entre 1941 y 1942, poemas que se mueven entre el caligrama y la descontextualización de la letra. De hecho, estas son las primeras muestras de poesía visual en Europa. Un año después, produjo su primera obra de teatro, El cop desert, y crea su primer object trouvé, un trozo de cartón que encontró en la basura y que recordaba a la corteza de un árbol, al que tituló Escorça.
Continúa experimentando con el teatro, que él denomina poesía escénica, y produce numerosas obras entre 1945-1954. En estas obras intenta plasmar la sensación de sorpresa que producían en él las imágenes hipnagógicas. En los años 60 algunas de estas creaciones se representaron encima de un escenario, alcanzando divergencia de opiniones entre el público, pero las malas críticas no frenaron el estreno de sucesivas creaciones de Joan Brossa. Hombre muy perfeccionista, hay que decir que el resultado final de la mayoría de estos teatros no le satisfizo. Hoy en día, todavía muchos de estos trabajos no se han representado nunca, y muchos otros permanecen inéditos.
Su relación con el poeta y diplomático brasileño João Cabral de Melo fue un punto de inflexión en la obra de Brossa. Le acercó al pensamiento marxista, y su estética evolucionó a partir de 1950 desde el neosurrealismo al realismo crítico. Ese año publicó su libro Em va fer Joan Brossa (Me hizo Joan Brossa), que supuso un hito en la literatura catalana, española y europea (Sánchez Robayna 2001). Sus obras se acercaron al compromiso social y su lenguaje poético se volvió sencillo y coloquial. Ya no abandonaría la profundidad política, que se uniría a su permanente militancia en el catalanismo político. Como indica Carmen Valcárcel Rivera (1993, p. 136), “Brossa es un gran poeta realista, porque sus poemas no inventan la realidad, escriben lo que de poético encuentra en ella”.
En 1950 creará un objeto que será la combinación de dos elementos: un martillo y una carta formada por la suma de otras dos, con lo cual Brossa comenzará el desarrollo de poemas objeto, compuestos por la asociación de dos realidades que son muchas veces distantes entre sí.
Siguió experimentando con las asociaciones de objetos distantes entre sí, hasta realizar en 1956 su primera instalación. Estaba compuesta por un aparador con un paraguas abierto con una pequeña luna pintada en su interior y un grupo de figuras, entre las cuales se encontraba el caganer, personaje tradicional del belén catalán. Estas primeras incursiones en el terreno de la poesía experimental serán el germen de la producción brossiana en este campo.
Entre sus instalaciones, no podemos olvidar El invitado (1986-1990), compuesta por una mesa lujosamente vestida, lista para acoger una celebración muy especial. La nota discordante la pone la única silla disponible para que los comensales se sienten: un garrote vil. Existe un contraste evidente entre ambos elementos, con los que Brossa consigue transmitir un malestar al espectador, realizando una ácida crítica a la pena de muerte.
En 1959 llegaron las primeras suites de poesía visual, conjuntos de poemas totalmente experimentales, creados a partir de collages o con diferentes tipos de materiales caseros muy pobres. Empezó a incluir los poemas visuales en sus libros de poesía literaria para acabar componiendo más de mil quinientos, agrupados y pautados para que tomaran la forma de libros singulares. Muchos de estos poemas acabaron editándose descontextualizados de sus respectivos libros, y actualmente ya cuelgan en numerosas colecciones privadas, galerías y museos de todo el mundo.
A partir de 1960 su obra plástica alcanza la plenitud, tanto por el número de creaciones como por su profundidad. En este año realiza el poema visual Cerilla y en 1965 con Antoni Tàpies [+info] el libro de artista Novel·la, considerados auténticas obras maestras del arte conceptual universal. Este fue uno de los numerosos libros de artista que Brossa produjo, fruto de su colaboración con artistas, coetáneos o no, de la talla de Eduardo Chillida [+], Joan Miró [+] o Perejaume [+], entre otros.
Sus creaciones van más allá de la literatura y el arte visual propiamente dicho, ya que Brossa sintió una gran fascinación por el cine y la imagen en movimiento. Su experiencia con el séptimo arte no se limitó a la de mero espectador, sino que también escribió guiones para sendas de películas en 1948, durante el período en el que participó en el grupo Dau al Set [+info], tituladas Foc al càntir y Gart.
20 años después trabaja junto al director Pere Portabella, para quien escribe los guiones de las películas No compteu amb els dits (No contéis con los dedos) (1967), Nocturn 29 (Nocturno 29) (1968), Cua de cuc (Cola de gusano) (1969) y Umbracle (Umbráculo) (1970). Además, hizo sus pinitos como actor junto al director Manuel Cussó, en la película Magia à Catalunya (Magia en Cataluña), de 1983. Además, varios de sus poemas visuales están inspirados por el cine.
Joan Brossa fue un gran aficionado a la música, en la que, de nuevo, le inició su padre. Sentía pasión por Wagner, y se congratulaba de que la calle en la que había nacido llevase el nombre del compositor alemán. A lo largo de su vida trabajó al lado de músicos como Josep M. Mestres Quadreny o Carles Santos, colaboraciones con las que alcanzó más éxito fuera de nuestras fronteras que en su Barcelona natal.
Innovador y vanguardista, durante los primeros años de su carrera su obra fue minoritaria y no tuvo una amplia difusión, debido en parte a la censura sistemática instaurada durante los años de dictadura franquista. En 1970, la publicación de la recopilación de poemas titulada Poesía rasa supuso un punto de inflexión, ya que con ella obtuvo el reconocimiento de crítica y público, y le permitió comenzar a editar muchas de sus obras, que años después de su creación permanecían todavía inéditas. Alternaba la publicación de estos trabajos antiguos con nuevas creaciones en las que seguía trabajando.
Su prestigio se consolidó en las dos últimas décadas del siglo XX, tanto en Cataluña como en el extranjero. Entre los numerosos encargos que Brossa recibía, predominaban los carteles, en los que el poeta aplicaba criterios propios de la poesía visual.
A comienzos de los años 80, el objeto brossiano evolucionó hacia las instalaciones de gran formato. Es el último escalón de su producción artística, los denominados poemas corpóreos o poesía objeto en la calle, que eran el resultado de encargos realizados por instituciones diversas, sobre todo ayuntamientos. Su primer trabajo de este tipo fue el Poema visual transitable en tres temps, que realizó en el Velòdrom d’Horta de Barcelona. Algunos de estos proyectos se inauguraron años después de la muerte del artista.